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sábado, 12 de junio de 2010

LAS ESCUELAS DE DERECHO: ¿UNA ESTAFA EDUCATIVA?



LAS ESCUELAS DE DERECHO: ¿UNA ESTAFA EDUCATIVA?

¿UNA ESTAFA EDUCATIVA?
Por Walter Gutiérrez.
Decano del Colegio de Abogados de Lima (CAL)




La suerte de la REFORMA DE LA JUSTICIA se decide en las AULAS UNIVERSITARIAS. No habrá CAMBIO si no cambiamos la EDUCACIÓN LEGAL en el país, porque gran parte de la crisis por la que atraviesa este servicio público básico se debe a la MASIFICACIÓN DE LA ABOGACÍA y a la PAUPERIZACIÓN DE SU ENSEÑANZA.

Creer, como piensan algunos MERCANTILISTAS DE LA EDUCACIÓN, que FORMAR UN ABOGADO ES BARATO, que solo se necesita unas cuantas AULAS, PIZARRAS y un PROFESOR IMPROVISADO, ha generado un DAÑO tremendo al SISTEMA DE JUSTICIA en el país.

En los últimos años se han reducido al máximo las EXIGENCIAS para GRADUARSE DE ABOGADO. En la actualidad el BACHILLERATO es AUTOMÁTICO, lo que significa que no se requiere TESIS o examen para obtenerlo. En cuanto al TÍTULO DE ABOGADO, en la práctica también se puede obtener AUTOMÁTICAMENTE, basta seguir un CURSO DE ACTUALIZACIÓN en cualquiera de estas FACULTADES 'SEMIINFORMALES' y al finalizar, sin mayor trámite, eso sí previo PAGO, el egresado se convierte en ABOGADO.

Para coronar esta irresponsable situación hay que agregar que EN EL PERÚ SE PUEDE SER ABOGADO SIN PISAR LA UNIVERSIDAD, pues varias han iniciado el NEGOCIO DE LA ENSEÑANZA A DISTANCIA.

En el Perú no existe ninguna NORMATIVA que REGULE y CONTROLE este TIPO de ENSEÑANZA, lo que ha hecho que en la mayoría de centros en los que se imparte sea de la más baja calidad; en realidad, más que ESTUDIO A DISTANCIA, utilizando medios tecnológicos. Lo que tenemos es una SIMPLE ENSEÑANZA POR CORRESPONDENCIA.

Todo esto ha generado una situación paradójica: formalmente será ABOGADO y con los mismos derechos aquel que acudió a las AULAS UNIVERSITARIAS y se esmeró para aprender y culminar la carrera, como aquel que recibió un PAQUETE DE SEPARATAS DESACTUALIZADAS, ocasionales clases y fue objeto de una evaluación sin mayor rigor.

Todo esto se ha generado por una mal entendida LIBERTAD DE MERCADO y AUTONOMÍA UNIVERSITARIA. Las autoridades del sistema universitario (comenzando por la ASOCIACIÓN NACIONAL DE RECTORES) le han ocasionado un enorme DAÑO al SISTEMA EDUCATIVO, pero sobre todo al SISTEMA de ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.

Ambos, la EDUCACIÓN y la JUSTICIA, son servicios públicos y la sociedad tiene todo el derecho de supervisarlos y exigir que se desarrollen en los más ALTOS NIVELES DE EFICIENCIA.

La LIBERTAD no puede ser confundida con LIBERTINAJE o ESTAFA EDUCATIVA. Por eso ha llegado el momento de ORDENAR la EDUCACIÓN LEGAL, creando un verdadero SISTEMA DE ACREDITACIÓN de las FACULTADES DE DERECHO, regulando la ENSEÑANZA A DISTANCIA e implementando mayores niveles de exigencia para la obtención del título. Si no lo hacemos, TODA REFORMA DE JUSTICIA SERÁ INÚTIL.


Lima 10 de Noviembre del 2008

¡A PARAR LA FÁBRICA DE ESCUELAS=MERCACHIFLES DE DERECHO!




¡A PARAR LA FÁBRICA DE ESCUELAS=MERCACHIFLES DE DERECHO!

¡A PARAR LA FÁBRICA!



Se produce irresponsablemente abogados en el país. El Colegio de Abogados de Lima busca detener esa ESTAFA SOCIAL. La iniciativa merece apoyo.

Autor: LUIS PÁSARA (*)



En el origen está el negocio. Un NEGOCIO que LUCRA de la EXPECTATIVA de obtener un TÍTULO PROFESIONAL. Las condiciones sociales del país han hecho que demanda y oferta se degraden: un número creciente de universidades ofrecen graduar como abogado de la manera menos exigente posible y un enorme contingente de jóvenes buscan solo el diploma que diga que son abogados, aunque no lo sean de veras.

Este NEGOCIO REPROBABLE –que perjudica gravemente a los ciudadanos que serán clientes de esos abogados– está respaldado en la ley. El DECRETO-LEY 882 DEL FUJIMORATO –al parecer, movilizado por los intereses particulares de un ex ministro de Economía– autorizó la UNIVERSIDAD-EMPRESA, con propósito de LUCRO. Muchos se han beneficiado de este régimen legal que ha pervertido la idea misma de universidad.

En 1986, 25 universidades ofrecían la carrera de Derecho a casi 35 mil estudiantes. En 2003, 46 universidades contaban con estudios de Derecho; casi todas las nuevas eran universidades privadas bajo el régimen legal creado por el fujimorato. Según el Colegio de Abogados de Lima (CAL), hoy en día hay unos 80 lugares donde se dice enseñar Derecho, en los que están matriculadas 82 mil personas. Teniendo en cuenta que en el país ya hay casi cien mil abogados, este número de estudiantes no guarda relación con las necesidades del país.

El ZAFARRANCHO lo hizo posible la ASAMBLEA NACIONAL DE RECTORES y el CONSEJO NACIONAL PARA LA AUTORIZACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO DE UNIVERSIDADES, desde donde se autorizó laxamente el funcionamiento de universidades sin respetar el mínimo de requisitos legales. Un ex presidente de la Asamblea –que es uno de los responsables de ese mal manejo– hoy está ubicado en el Consejo Nacional de la Magistratura, donde adopta posiciones que sin razones explícitas modifica luego, según le aconsejen las circunstancias.

Para establecer un lugar donde se matriculará a estudiantes de Derecho no hace falta casi nada. Menos si es una de las llamadas FILIALES –algunas instaladas en el garaje de una casa–, donde basta contar con un ABOGADO o un egresado de derecho, un CÓDIGO, PIZARRA y TIZA. Según un estudio mío hecho en 2004, en la mayor parte de las FACULTADES DE DERECHO las BIBLIOTECAS son POBRES. Cuatro de cada cinco profesores de derecho no están dedicados a la universidad y siete de cada diez no han ganado el cargo por concurso. El CAL llama a esto “LA PAUPERIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA”.

La POBRE CALIDAD de la PREPARACIÓN PROFESIONAL repercute directamente sobre la JUSTICIA porque es allí donde se forman los OPERADORES DEL SISTEMA: ABOGADOS LITIGANTES, JUECES, FISCALES y FUNCIONARIOS AUXILIARES. Cuando se examina expedientes judiciales, impresiona leer los recursos presentados por un número creciente de abogados cuyo sentido, como algunos jueces señalan, no resulta fácil desentrañar. La incidencia de estos abogados en el desenlace del proceso judicial es casi nula, de modo que el cliente, que cree contar con quien lo defienda, está abandonado en el proceso.

Al mismo tiempo, debe reconocerse que en el EJERCICIO PROFESIONAL –severamente impactado por el “MODELO” del DOCTOR MONTESINOS– ahora importan menos CONOCIMIENTO y RAZONAMIENTO JURÍDICOS. De allí que los egresados de aquellos centros donde la ENSEÑANZA ES UN SIMULACRO puedan desenvolverse como si fueran abogados.

Si “los OPERADORES DEL DERECHO son responsables de coadyuvar a dar SEGURIDAD JURÍDICA, generar confianza en las diversas actividades económicas, contribuir a la eficiencia de las transacciones y resolver de manera idónea los conflictos que pueden presentarse”, según recuerda el CAL, no es eso lo que se prepara en muchas de las llamadas FACULTADES DE DERECHO del país.

La propuesta del CAL busca detener el despropósito. Se propone, en primer lugar, SUSPENDER LAS AUTORIZACIONES DE FUNCIONAMIENTO y de CREACIÓN DE NUEVAS FACULTADES DE DERECHO hasta que sea aprobado un SISTEMA DE EVALUACIÓN y ACREDITACIÓN DE CALIDAD. Asimismo, se postula que todas las FACULTADES DE DERECHO se sometan a un procedimiento de EVALUACIÓN y ACREDITACIÓN DE CALIDAD, como el que ya existe para los estudios de Medicina, que en el caso de Derecho deberá establecerse dentro de los seis meses de aprobada la ley propuesta.

El CAL propone también acabar con el llamado “BACHILLERATO AUTOMÁTICO” –otra de las perversiones introducidas por el fujimorato– y se vuelva a la presentación y aprobación de una TESIS para obtener el GRADO DE BACHILLER EN DERECHO. El TÍTULO DE ABOGADO será obtenido a través de un EXAMEN DE SUFICIENCIA PROFESIONAL, suspendiéndose inmediatamente los mecanismos de TITULACIÓN “EXPRÉS”, como los seminarios y cursos breves pero pagados que se publicitan en los diarios. Finalmente, se propone suspender el ingreso a los llamados “PROGRAMAS DE EDUCACIÓN A DISTANCIA” que ofrecen estudios de Derecho, hasta que se acrediten.

Doce ex decanos del CAL han respaldado esta propuesta que ahora busca firmas ciudadanas. Con este paso, el gremio de abogados avanza en un combate que inició, a través de la JUNTA DE DECANOS DE COLEGIOS DE ABOGADOS, hace siete años.

Al recabar firmas para una “INICIATIVA CIUDADANA” en materia legislativa, de acuerdo a la Ley 26300, el gremio de abogados de Lima intenta obligar al Congreso a que se ocupe del asunto. Porque, de hecho, un proyecto de ley sobre el tema, presentado por el propio CAL en 1999, fue ignorado por el Legislativo.

Si se lograra reunir el número de firmas que la ley exige (0.3% del padrón electoral) –aproximadamente 55,000–, el Congreso tendría que dictaminar y votar el proyecto en un plazo de 120 días calendario, alrededor de seis meses. Y en caso de que no lo aprobase, o lo distorsionase al aprobarlo, el asunto puede ser consultado en referéndum.

Confiemos en que se congregue el respaldo ciudadano necesario para poner fin a la ESTAFA SOCIAL de que se gradúen y ejerzan como abogados quienes no tienen el mínimo de preparación necesaria. Luego vendrá la delicada tarea de establecer el RÉGIMEN DE ACREDITACIÓN de FACULTADES DE DERECHO que debe ser seriamente organizado y ejecutado.

Entretanto, es de esperarse que, así como el CAL avanza en esta batalla de interés ciudadano, cumpla con sus responsabilidades en materia de control y sanción del mal ejercicio profesional. En la casa de los abogados de Lima hay que dejar atrás la práctica de “OTORONGO NO COME OTORONGO”, que también ha hecho un grave daño al ejercicio profesional y a los ciudadanos mal protegidos por aquél a quien contrataron como defensor profesional de sus intereses.

________________

(*) LUIS PÁSARA es abogado y doctor en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Fue profesor en esta casa de estudios entre los años 1967 y 1976. Ha realizado estudios de post grado en la Universidad de Wisconsin. Ha sido profesor investigador visitante en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en México. Desde 2004 es investigador del Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica, de la Universidad de Salamanca.
Entre sus principales publicaciones se encuentra:
1.- “Jueces, Justicia y Poder en el Perú” (1982), 2.-“El Uso de los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos en la Administración de Justicia” (2008), 3.- “Ley, Justicia y Sociedad en América Latina” (2010) y 4.-“Tres Claves de la Justicia en el Perú (2010)”.

LA FÁBULA DEL MERCADO Y LA LEY [SOBRE LAS FACULTADES DE DERECHO]



LA FÁBULA DEL MERCADO Y LA LEY [SOBRE LAS FACULTADES DE DERECHO]
Por: Luis Pásara (*)

Había una vez un país en el que una ley universitaria, a la par que establecía la autonomía de cada institución para gobernarse, disponía ciertos procedimientos para crear universidades y facultades dentro de ellas. Pero ese país cayó, un mal día, en manos de mercachifles, vendedores de todo tipo de baratijas, pero también de ideas.

Los MERCACHIFLES –que no vendían ideas propias sino importadas– lograron hacer creer que todos los problemas del país se solucionarían mediante el LIBRE MERCADO, cuanto más libre mejor. De modo que se llegó a creer que toda REGULACIÓN o límite impuestos por el ESTADO era perjudicial para el país. Cuanto menos interviniera el Estado, mejor, se machacó. La mejor ley es la que no existe, se atrevieron a decir algunos.

El esquema es simple y, por lo mismo, fácil de vender. El mundo está regido por la OFERTA y la DEMANDA. Desde la religión hasta la prostitución. Hay que dejar que oferta y demanda se desarrollen libremente; lo que tiene valor se venderá y aquello que no lo tiene, fracasará. Y de ese juego nos beneficiaremos todos, con los mejores productos y, gracias a la LIBRE COMPETENCIA, los adquiriremos al mejor precio, se prometía.

Algunos dijeron que las cosas no funcionaban así en los países que habían alcanzado el desarrollo. Se les respondió que eran comunistas. Otros señalaron que el propio mercado tiene “imperfecciones”. Nadie les hizo caso. Se desreguló todo lo que se pudo desregular y el país se sentó a esperar los frutos del cambio derivado de la ENTRONIZACIÓN DEL LUCRO como MOTOR SOCIAL.

Aparecieron entonces las UNIVERSIDADES con declarado ESPÍRITU DE LUCRO. Los MERCACHIFLES ESPECIALIZADOS en esta materia se rieron públicamente de quienes habían venido sosteniendo que la universidad no era una empresa. “Claro que es una empresa”, gritaron. Y explicaron que los estudios a ofrecer también deben estar regidos por la LEY DE LA OFERTA Y LA DEMANDA.

Se beneficiaron del hecho de que, en un país pobre, donde la mayoría de quienes terminan la secundaria no tienen empleo, cada quien deposita esperanza en obtener un título profesional que mejore su capacidad competitiva en el mercado de trabajo. Esto no tiene nada que ver con el principio añejo y superado de “quien estudia, triunfa”. No. Se trata de PURA COMPETENCIA en un MERCADO “ALGO IMPERFECTO”, en el que sistemáticamente no hay trabajo para todos.

Decenas de UNIVERSIDADES –carentes de bibliotecas, que no hacen investigación, que tienen profesores sin formación a quienes pagan por hora dictada– abrieron sus puertas y ofrecieron diversos estudios profesionales. La población universitaria se multiplicó de golpe.

Los MERCACHIFLES UNIVERSITARIOS constataron que montar una facultad de medicina o una de ingeniería es caro. Se necesita laboratorios y profesores especializados. Pero establecer una FACULTAD DE DERECHO es baratísimo: un aula, un profesor con un código en la mano y una pizarra. En pocos años, las facultades de derecho florecieron en todo el país; primero, en las sedes universitarias; luego, en las llamadas filiales. En el piso superior de un mercado, en lo que había sido una sala de baile, en un garaje, en cualquier lugar se instalaron espacios para enseñar derecho.

Para que todo fuera inobjetable, los MERCACHIFLES tomaron el control de la institución que agrupa a las universidades. Se extendieron entonces autorizaciones y permisos para que todo fuera “legal”. Universidades que no habían seguido los procedimientos establecidos por alguna ley, fueron reconocidas plenamente. Las UNIVERSIDADES-NEGOCIO quedaron legitimadas.

Mientras de las universidades públicas y privadas, establecidas con el antiguo régimen, los abogados salían por decenas, de las UNIVERSIDADES-NEGOCIO salieron por cientos. Incluso algunos que no habían logrado graduarse como abogados en las universidades tradicionales, pagaron cierta suma y se graduaron en las recientes. La oferta de abogados creció.

Pero LOS CLIENTES NO SE BENEFICIARON. Porque se produjo una estratificación en la oferta profesional. Los mejores abogados, usualmente formados en las universidades tradicionales y en el extranjero, cobraban honorarios profesionales muy altos. A disposición de los sectores menos pudientes quedaron los abogados egresados de las UNIVERSIDADES MEDIOCRES, donde habían aprendido poco. Quien pagaba relativamente menos, no recibía ningún servicio efectivo de su abogado. Y lo peor es que ni siquiera lo sabía: “el saber jurídico”, que no está al alcance de los seres normales, se lo impedía.

Los COLEGIOS DE ABOGADOS no hacían nada para sancionar el incumplimiento de deberes profesionales. Sus TRIBUNALES DE HONOR condenaban tarde, mal y nunca a tanto abogado dedicado al pillaje contra sus propios clientes. Bastaba tener un título profesional para dedicarse a cobrar por no ocuparse, u ocuparse mal, de los casos que se les confiaba. Y cuando un caso se perdía, bastaba decir que la CORRUPCIÓN DEL PODER JUDICIAL LOS HABÍA VENCIDO.

Pero, un día, alguien dio la voz de alerta: “SOMOS DEMASIADOS”. La COMPETENCIA POR CONSEGUIR CLIENTES SE HABÍA PUESTO DURA. Y otro añadió: “Lo peor es que en las facultades de derecho hay un número de estudiantes de derecho que es mayor al de abogados ya en ejercicio”. “Esto hay que pararlo”, propuso un tercero. ¿Cómo? “CON UNA LEY”, coincidieron todos.

UNA LEY, NO PARA ESTABLECER ESTÁNDARES DE CALIDAD EN LA UNIVERSIDAD. Una ley, no para obligar a que las facultades de derecho pasen por un sistema de acreditación y queden fuera aquellas instituciones que son una ESTAFA. Una ley, no para introducir exigencias encaminadas a garantizar la formación de profesionales competentes.

No, UNA LEY PARA LIMITAR EL INGRESO DE MÁS COMPETIDORES A LA PROFESIÓN. La pita se rompe por lo más delgado. No más estudiantes de derecho, por unos años, y la oferta profesional se contendrá. Así, no se enmienda el gravísimo problema de tener miles de abogados que no son tales. Simplemente, por un tiempo, no habrá más abogados.

El servicio profesional no habrá mejorado pero sí se habrá concluido con la amenaza que, a los abogados existentes, plantea un mayor número de competidores. Ésa es la LEY que busca, muy tardía e insuficientemente, enmendar los EFECTOS INDESEADOS DEL MERCADO.

NOTAS
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(*) El autor es abogado, consultor internacional y autor del informe “La Enseñanza del Derecho en el Perú: su impacto sobre la Administración de Justicia”.

(1) Link del Libro “La Enseñanza del Derecho en el Perú: su impacto sobre la Administración de Justicia” de Luis Pásara
http://blog.pucp.edu.pe/media/2841/20090310-02%20-%20Pasara%20-Ensenanza%20del%20Derecho-.pdf



FUENTE
http://blogcristalroto.wordpress.com

jueves, 10 de junio de 2010

LA EDUCACIÓN LEGAL Y LOS ZARRAMPLINES

LA EDUCACIÓN LEGAL Y LOS ZARRAMPLINES
Por: Gustavo Rodríguez García (*)

Cuando era pequeño me gustaban los cuentos. Recuerdo que uno de los que me solían leer se llamaba “Los ZARRAMPLINES”. Hace poco recordé esa palabra y descubrí que la palabra aludía a una persona de poca habilidad. No cabe duda que entre los ABOGADOS hay muchos ZARRAMPLINES. Sin duda, ha existido una proliferación indiscriminada de ESCUELAS DE DERECHO que orientan sus esfuerzos al CRECIMIENTO NUMÉRICO pero no a la mejora en la CALIDAD DE LA ENSEÑANZA. Y existen universidades que en su afán de crecer logísticamente, admiten el ingreso de cualquiera que esté dispuesto a pagar unos soles por la supuesta educación ofrecida.

Ahora bien, estamos frente a un problema que ciertas instituciones fomentan pero que el MERCADO corrige de forma espontánea. Las oportunidades son asignadas entre los mejores profesionales y eso se hace sobre la base de la COMPETENCIA. Ello premia la MERITOCRACIA y el esfuerzo de los alumnos dedicados y castiga a quienes no tienen las condiciones determinadas para un empleo dado. Eso no quiere decir que el MERCADO genere DESEMPLEO. El MERCADO genera OPORTUNIDADES para quienes tienen capacidades diversas mediante un principio de VENTAJA COMPARATIVA. Quienes tienen MEJORES CAPACIDADES tendrán acceso a MEJORES OPORTUNIDADES estando disponibles labores para personas con menores capacidades. Todas las labores son valiosas y el desempeño eficiente de todas las funciones en su conjunto genera la MAXIMIZACIÓN del BIENESTAR DE LA SOCIEDAD.

Sin embargo, se ha pretendido encontrar una solución al problema de la EDUCACIÓN LEGAL y, particularmente, al CRECIENTE NÚMERO DE ABOGADOS, en una propuesta orientada a PROHIBIR LA CREACIÓN DE NUEVAS ESCUELAS DE DERECHO e, incluso, a PROHIBIR EL INGRESO DE NUEVOS ESTUDIANTES A DICHA CARRERA. Sin perjuicio que dicha propuesta agravia flagrantemente la LIBERTAD INDIVIDUAL de elegir qué carrera elegir o no (finalmente, dado que el MERCADO asigna a los mejores profesionales a determinadas posiciones, la elección de una carrera saturada debería servir como incentivo para destacarse bajo riesgo de perder la batalla en la COMPETENCIA), se trata de una propuesta poco inventiva, ineficiente y que revela una escaza habilidad para afrontar los supuestos problemas que se nos presentan. Se trata, a mi juicio, de una PROPUESTA ZARRAMPLINA.

Lo que se esconde en realidad es un deseo de RESTRINGIR LA COMPETENCIA para asegurar la EMPLEABILIDAD DE ALGUNOS. EL PROBLEMA NO ES QUE LA OFERTA EN MATERIA DE EDUCACIÓN LEGAL SEA DE MALA CALIDAD. Por el contrario, deberíamos preguntarnos sobre EL PORQUÉ SE DEMANDA EDUCACIÓN DE CALIDAD PAUPÉRRIMA. Y la razón por la que se demanda esta “EDUCACIÓN LEGAL BASURA” es porque no se ha superado un real problema de información asimétrica en el sector educativo. Ahora bien, tampoco se puede satanizar a todas las escuelas de derecho. Estoy convencido que uno puede destacarse en cualquier centro de estudios. El problema, entonces, no son las UNIVERSIDADES. Son los ESTUDIANTES de nuestro país. Y son los estudiantes porque se fomenta una DEMANDA DE MALA CALIDAD EN EDUCACIÓN LEGAL que el MERCADO SATISFACE y que luego, el MERCADO CASTIGA de forma espontánea.

Naturalmente, para quien tiene una visión trasnochada del derecho y se siente atemorizado por nuevas perspectivas en nuevas generaciones, la competencia debe ser algo que le quita el sueño de forma constante. Y surge así la necesidad de eliminar la competencia. Como no puedo competir, auspicio una medida regulatoria que elimine artificialmente la competencia. En otras palabras, hay ciertos zarramplines que quieren ganar el partido en la mesa y no en la cancha. No se quiere afrontar el problema de la mala calidad educativa (y sobre todo, de la demanda por educación legal de mala calidad) sino que se quiere preservar el trabajo para quienes sin poca habilidad y mínimo esfuerzo, quieren asegurarse los beneficios de una barrera de acceso al sistema educativo.

La EDUCACIÓN LEGAL debe ampliarse para que acoja nuevas tendencias, para que explore nuevas visiones y para que atienda nuevas realidades (ANTONIO PEÑA JUMPA es autor de un trabajo publicado en Themis 57 en el que aborda la cuestión sobre si la EDUCACIÓN LEGAL actual le asigna herramientas adecuadas a los abogados para abordar la problemática en comunidades en las que el razonamiento legal es diferenciado). EL FUTURO DE LA EDUCACIÓN LEGAL EN EL PERÚ NO PUEDE SER RESTRINGIR O ELIMINAR LA EDUCACIÓN LEGAL. Por el contrario, solo el MERCADO LIBRE podrá generar OPORTUNIDADES para todos aunque ello signifique que no todos podrán ser socios de un prestigioso y acaudalado estudio de abogados. Pero esa es la COMPETENCIA y eso es bueno porque nos alienta a ser mejores. ELIMINAR LA COMPETENCIA SOLO FAVORECE A LOS ZARRAMPLINES que con poco esfuerzo y mínima imaginatividad quieren asegurarse el pan en la mesa de su hogar.

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(*) Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú con estudios en propiedad intelectual, economía y derecho del consumo, derecho del comercio internacional y merchandising y patrocinio. Profesor universitario e investigador.

¿NECESITAMOS MÁS COLEGIO DE ABOGADOS?



¿NECESITAMOS MÁS COLEGIO DE ABOGADOS?
Acerca de la propuesta del CAL para que las acreditaciones de facultades de Derecho sean obligatorias
Por: Óscar Súmar (*)



He leído el artículo publicado en El Comercio por el Decano del Colegio de Abogados de Lima (10/11/2008), titulado “¿UNA ESTAFA EDUCATIVA?” y que en verdad es un reflejo de investigaciones de LUIS PÁSARA. En éste, el Decano defiende su idea de crear estándares (acreditación) para la admisión de facultades de Derecho. Partiendo de la base de la profesión legal es de “interés público”, refiere que la calidad de las facultades es pobre y es muy fácil obtener el título, lo que llevaría, finalmente, a un engaño a los consumidores, tanto de servicios educativos, como legales. El encargado de aplicar dichos estándares sería, sin duda, el Ilustre Colegio o la Universidad Católica, que también apoyaría la medida.

Como recién titulado de una facultad de Derecho, opino distinto: graduarse, para quien realmente pretende recibir una educación de calidad y tiene los medios para hacerlo, no es nada fácil. He cursado seis años en la universidad, incluyendo 2 de estudios generales, para obtener el bachillerato. Luego, he dedicado casi 2 años adicionales en obtener el título de abogado, a través de la presentación de una tesis.

¿LA CALIDAD ES MALA? Primero, esto es relativo, la calidad de mi universidad de origen es baja si se le compara con Yale o Harvard, pero alta si se le compara con la mayoría de universidades nacionales. Además, existen muchas personas de mi universidad que son malos abogados y otras de universidades menos prestigiosas que son muy buenos abogados. Segundo, aún las universidades de calidad “baja” traen beneficios a personas de escasos recursos: éstas tienen la oportunidad de recibir una educación mayor que la que recibieron en sus colegios y les da la esperanza de una vida mejor. Si la calidad de estas universidades fuera mayor, sus precios tendrían que ser correlativamente más altos, lo que impediría a mucha personas acceder a ellas. Además, el costo de un abogado que ha recibido una educación semejante a la mía es inaccesible para el 95% de la población, siendo optimistas. Si impedimos a las personas recibir educación de “mediana” o “baja” calidad, impediremos correlativamente que existan abogados de “media” y “baja” calidad. Esto impedirá que las personas que sólo pueden acceder, por falta de recursos, a este tipo de abogados, cuenten con una asesoría legal que necesitan. Tercero, los estándares, si son serios y detallados, son muy difíciles de aplicar: encontraríamos grandes deficiencias y corrupción en su sola implementación. Cuarto, la calidad es mala en todos los ámbitos de la vida porque somos un país pobre, pero ¿eso nos debe llevar a fijar estándares siempre? La calidad de los diarios es mala en promedio, ¿requerimos entonces un sistema de acreditación para hacer un diario? ¿Esto no sería antidemocrático? Finalmente, el CAL dicta un curso de deontología forense que he tenido la desgracia de llevar. La calidad de ese curso me parece francamente mala y, aún así, el Decano pretende dirigir una cruzada por la calidad educativa, que en verdad es otro intento por volver más excluyente una profesión que funciona como un cartel: recordemos que los abogados requerimos tener la autorización del Colegio para ejercer la profesión y no podemos publicitar el precio de nuestros servicios.

Respecto a los clientes, ¿REALMENTE HAY UNA ESTAFA? ¿Uno acaso no sabe que un abogado de una universidad privada (de alta categoría) que cobra más es probablemente un mejor abogado que uno de una nacional (de las de baja categoría) que cobra poco ? Claro que se sabe. El mercado legal tiene problemas de información, es cierto; pero eso es causado por la propia regulación que prohibe la publicidad. Pero de ahí a decir que los clientes son engañados, parece una exageración y, en todo caso, existen remedios civiles (responsabilidad civil) o administrativos (INDECOPI o el propio Colegio de Abogados) que, si funcionaran adecuadamente, podrían solucionar estos problemas de “engaños” y “estafas”. Por otro lado, ¿HAY UNA ESTAFA PARA LOS ESTUDIANTES? No parece ser el caso, uno sabe las diferencias entre estudiar en la PUCP o en la San Juan Bautista.

Una razón adicional, la fijación de estándares reprimiría la innovación. Por ejemplo, tenemos universidades que están asociando los estudios de Derecho con la Economía o la administración de empresas. Quizá en el futuro, en estas universidades, las carreras sean bastante más híbridas; pero, ¿esto sería posible si se les exige cumplir una curricula determinada que incluya “X” cursos de Derecho? Y ese es tan solo un ejemplo.

Por último, no existen reales investigaciones empíricas acerca de la necesidad de implementar esta medida. El único estudio actual acerca de la ENSEÑANZA DEL DERECHO EN EL PERÚ que tiene investigaciones de campo es el de LUIS PÁSARA (y un libro en el que se ha recopilado e interpretado estadística, de Gorki Gonzales); pero no aborda explícitamente el tema de las ACREDITACIONES, fuera del hecho de que ha sido rebatido por la Facultad de Derecho de la UPC mediante un informe dirigido al entonces ministro de justicia, Kresalja.

¿CUÁL ES -ENTONCES- LA SOLUCIÓN? Los ABOGADOS no necesitamos más REGULACIÓN, NECESITAMOS MÁS COMPETENCIA. La publicidad es el mayor método de competencia y el Código de Ética la prohíbe. La competencia, en este caso, puede servir para concentrar el mercado, reduciendo el número de abogados y mejorando la RELACIÓN CALIDAD-PRECIO. Imaginen un mercado donde existan servicios legales de buena, regular y baja calidad. Imaginen que uno tiene información acerca de la calidad y el precio de estos servicios. En ese caso, los abogados tendrían que competir para ver quien da los mejores servicios al mejor precio. Eso, probablemente, dejaría a los abogados de alta calidad en su lugar, pero bajaría los precios de los de regular calidad, desplazando a los de mala calidad. Eso haría que no existan incentivos para ser un abogado de mala calidad y por lo tanto que tampoco existan incentivos para ser una universidad que los produzca. Actualmente, debido a la falta de información, los abogados de baja calidad pueden cobrar como si fueran de mediana, lo que hace que sí existan los incentivos antedichos.

No es imposible pensar en un “mercado” de abogados: en EE.UU. se siguió este camino luego de la decisión en Bates v. State Bar of Arizona (1977), que declara inconstitucional la prohibición de publicidad. Actualmente la Facultad de Derecho de la PUCP está preparando un PROYECTO DE CÓDIGO DE ÉTICA en el cual se permite la PUBLICIDAD, ¡en hora buena!

Los abogados tenemos que reconocer que -al igual que cualquier otro comerciante- cuando nos juntamos e intentamos aprobar nuestras propias normas (léase, cuando somos el CAL), habitualmente buscamos nuestro propio beneficio, a expensas de la sociedad. La prohibición de PUBLICIDAD, la fijación de PRECIOS (que fue sancionada por el INDECOPI) y la propia COLEGIATURA, son ejemplos de cómo los abogados intentamos mantener cerrado artificialmente nuestro MERCADO; sin éxito, pero con efectos colaterales como la HIPERTROFIA DE ABOGADOS y la CORRUPCIÓN. No avancemos más en esta línea, que es la que nos ha llevado a la situación en la que estamos. Pensemos con claridad y cambiemos el rumbo.

Como comentario aparte, y para finalizar ahora sí, la ACREDITACIÓN es un tema de ESTÁNDARES, que es uno típico de la TEORÍA REGULATORIA. Los problemas asociados a la REGULACIÓN EN GENERAL y la FIJACIÓN DE ESTÁNDARES EN PARTICULAR han sido ampliamente estudiados; sin embargo, en el Perú, quienes vienen hablando del tema hasta ahora, hacen referencia al “INTERÉS PÚBLICO” que habría en la profesión legal. Cualquiera que haya leído de regulación sabe que las teorías que toman como sustento de la REGULACIÓN el “INTERÉS PÚBLICO” están desfasadas. No se crean el cuento de que en EE.UU. y Europa continental (de donde nosotros supuestamente tomamos estas teorías) manejan conceptos distintos: en EE.UU. manejaban el concepto de interés público, pero hace 80 años, así que las teorías actuales no son una “competencia” de éste, sino su superación (ver al respecto: Kip Viscusi, “Economic of regulation and antitrust”).


NOTAS


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(*) Profesor e investigador a tiempo completo en la Universidad del Pacífico, en la Facultad de Derecho. Actualmente tiene a su cargo el curso Economía y Derecho, que se dicta en la Facultad de Economía. El profesor Súmar es abogado, summa cum laude, por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha escrito decenas de artículos y participado en conferencias en las áreas de su interés: análisis económico del Derecho, regulación económica, libre competencia, derecho constitucional, derecho y desastres; entre otras. Adicionalmente, el profesor Súmar ha laborado en el Tribunal Constitucional y ha sido director de la revista Themis. Actualmente se encuentra ad portas de publicar un libro sobre regulación de la publicidad comercial en el Perú y está trabajando conjuntamente con otros expertos en un libro sobre libre competencia.


FUENTE
http://chinomigrana.wordpress.com/2009/01/15/%C2%BFnecesitamos-mas-colegio-de-abogados-acerca-de-la-propuesta-del-cal-para-que-las-acreditaciones-de-facultades-de-derecho-sean-obligatorias/

WEB
http://works.bepress.com/oscar_sumar

domingo, 6 de junio de 2010

LA ACREDITACIÓN DE LA CALIDAD DE LOS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS Y EL PROBLEMA DE LAS MALAS FACULTADES DE DERECHO



LA ACREDITACIÓN DE LA CALIDAD DE LOS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS Y EL PROBLEMA DE LAS MALAS FACULTADES DE DERECHO
Por: Heber Joel Campos Bernal (*)


El proyecto de ley presentado recientemente por un grupo parlamentario para prohibir el funcionamiento de nuevas Facultades de Derecho, motiva una serie de preguntas y objeciones acerca de lo que implica, en un país como el nuestro, ejercer la profesión de abogado. Un primer punto a tomar en cuenta consiste, en ese sentido, en analizar la forma cómo ha sido sancionado el proyecto en cuestión. Éste, a diferencia de lo que indica la Constitución, no ha observado el principio de proporcionalidad y razonabilidad que plantea que la interpretación de los derechos fundamentales (y lo mismo rige para la aprobación de leyes que tienen un impacto en el ámbito de protección de estos derechos) debe ser acorde al contenido esencial de los mismos. Es obvio que una norma que busca optimizar un derecho debe estar debidamente fundamentada y que para ser valida debe ser además de idónea, necesaria para cumplir el fin deseado. Sin embargo, el presente proyecto no sólo no se guía por dicha premisa, sino que además afecta de manera intensa los siguientes derechos: i) el derecho al libre desarrollo de la personalidad; ii) el derecho a la educación; y el iii) el derecho a la igualdad.

En lo que respecta al derecho al libre desarrollo de la personalidad la afectación se produce debido a que, sin que medie una justificación valida, se impide a quienes tienen una legitima expectativa de convertirse en abogados a que puedan hacerlo, bajo el argumento de que el mercado esta saturado de dichos profesionales. Del mismo modo, en lo que respecta al derecho a la educación, la afectación se produce debido a que se limita la formación de futuros abogados en función de un interés que, por su vaguedad, no puede ser considerado público; y finalmente, en lo que respecta al derecho a la igualdad, la afectación ocurre cuando se otorga un trato distinto a quienes no se encuentran en una situación jurídica distinta. En efecto, los interesados en seguir la carrera de derecho tienen que soportar las consecuencias de una medida que no se aplica a otros estudiantes, pese a que, objetivamente, se encuentran en la misma condición de éstos. Así, por ejemplo, si se achaca que existen muchos abogados y que muchos de ellos carecen de la calidad necesaria –como parece insinuar el proyecto- es posible retrucar que esa misma realidad se da en otras profesiones, salvo que, a diferencia de aquellas, la carrera de derecho genera una mayor atención y visibilidad. Es más, aún aceptando el argumento de que la carrera de derecho es la más solicitada en el mercado, no existen motivos para que ese único argumento se convierta, en si mismo, en motivo suficiente para prohibir la creación de más Facultades de Derecho.

El proyecto en cuestión genera, por ende, antes que una solución, un problema más. Quizá porque la proliferación de malos abogados no se debe a la proliferación de Facultades de Derecho, sino a la proliferación de “malas” Facultades de Derecho. El punto consiste en supervisar la calidad de dichas facultades antes que en prohibir su creación. Esta solución no es nada novedosa. De hecho países vecinos como Chile o Colombia poseen sistemas de acreditación de los estudios universitarios bastante efectivos que les garantizan, sino la excelencia de sus universidades, si al menos que aquellas que ni siquiera cumplen un estándar mínimo, desaparezcan. Este sistema de acreditación de la calidad universitaria debería ser impulsado por el Estado, y debería tener como meta en el corto plazo el cierre de aquellas universidades que, cínicamente, intercambian títulos por dinero.

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(*) Profesor del curso Historia, Sociedad y Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, y profesor adjunto del curso Filosofía del Derecho y Razonamiento Judicial en la Facultad de Derecho y en la Maestría con mención en Política Jurisdiccional de la Pontificia Universidad Católica del Perú, respectivamente


FUENTE
http://blogcristalroto.wordpress.com

10 MEDIDAS CONTRA LA CORRUPCIÓN DENTRO DEL PODER JUDICIAL



ESTAMOS AGOTADAS: MEDIDAS ANTICORRUPCIÓN, ¿MÁS DE LO MISMO?
Autor(a): Lilia Ramírez Varela



El Presidente del Poder Judicial, JAVIER VILLA STEIN, acaba de anunciar 10 MEDIDAS CONTRA LA CORRUPCIÓN DENTRO DEL PODER JUDICIAL, indicando que son “un despliegue de voluntad política y moral en esta materia. Son medidas concretas y no declaraciones líricas”. Interesante frase que apunta a calmar ánimos a aquellas que ya estamos agotadas de lirismos en lo que se refiere a medidas anticorrupción que finalmente no tienen resultados.

Las medidas serían:
1. Creación de la Sala Penal Nacional Especial Anticorrupción, con competencia ampliada a todo el territorio del país para el tratamiento de casos de corrupción sistemática o macro corrupción.
2. Fortalecimiento de la Sala Penal Nacional para el juzgamiento y sanción de conductas asociadas al accionar del crimen organizado.
3. Creación de una Comisión Especial encargada de la implementación de la Sala Penal Especial, conformada por magistrados Supremos y Superiores.
4. Relatoría adicional al interior de la Sala Penal Nacional contra el Crimen Organizado.
5. Presentación de proyecto de Ley para posibilitar la aplicación del Nuevo Código Procesal Penal en las Salas Penales Nacionales (Anticorrupción y contra el Crimen Organizado).
6. Acceso de los medios de comunicación al juicio oral del caso BTR para su difusión permanente a la ciudadanía.
7. Implementación de un sistema informatizado de seguimiento exhaustivo de las movilizaciones de juezas a nivel nacional.
8. La realización de un estudio de factibilidad del uso del software especializado donado por el PNUD a la Unidad de Ética del Poder Judicial, para el control preventivo de actos de corrupción.
9. Propuesta de Convenio de cooperación con la Superintendencia Nacional de Registros Públicos, para que juezas, en coordinación con los registradores, puedan tomar acción directa sobre bienes muebles e inmuebles, imposibilitando o habilitando el movimiento registral por parte de los titulares de la partida.
10. La creación de la categoría "Buenas prácticas e innovación en materia de lucha contra la corrupción" en el marco del Premio a la Excelencia Judicial.

Algunas de estas medidas son bastante interesantes, como la creación de la Sala Penal Nacional Especial Anticorrupción, o la implementación de un sistema informatizado de seguimiento exhaustivo al traslado de juezas. Empero, es evidente que estas diez medidas son, en su mayoría, aspiraciones, implementaciones o proyectos y, salvo la número cuatro, todas están en espera. A su vez, sorprende que entre los anuncios no se mencione en ningún momento ni a los juzgados ni a las Salas Anticorrupción, instancias creadas en el año 2001 y 2003, que tienen en sus manos un conjunto de procesos por corrupción de la década del 90 hasta la actualidad, y cuyas titulares siempre han invocado mayor apoyo de las autoridades, con muy poca o nula respuesta de parte de éstas. Esta situación nos deja la interrogante sobre la relación entre esta Sala Nacional y los demás Juzgados y Salas Anticorrupción ya existentes. Por último la omisión de medidas concretas para mejorar la investigación de los magistrados que han sido denunciados por posibles actos de corrupción relacionados al caso BTR por diversos medios de comunicación también dan la sensación de estar ante una nueva "mecida" con este anuncio.

Por ello, no nos sorprende que la dación de este paquete de acciones pase desapercibida a los ojos de la población, medios y demás actores judiciales. Unos días después, nuevamente, se hizo público otro petroaudio que daría indicios de actos de corrupción de la máxima instancia judicial: la Corte Suprema, el Banco de la Nación y Alberto Quimper. Junto a ello, un detalle que no debe pasar desapercibido es que estas medidas fueron anunciadas ante la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción, que preside el propio Villa Stein, y su reproducción fue mediante una nota de prensa emitida por el Poder Judicial, y no en una resolución del Consejo Ejecutivo de éste órgano o en algún documento oficial. Es decir, salvo la Resolución Administrativa 179-2010-CE-PJ que establece una Relatoría adicional al interior de la Sala Penal Nacional contra el Crimen Organizado, estos anuncios no son exigibles jurídicamente, por lo que no tenemos forma de reclamarlos; y la experiencia en cuanto a anuncios de este tipo nos lleva a señalar enfáticamente: ver para creer.

En una reciente declaración LUIS PÁSARA señalaba que en los últimos años el funcionamiento del sistema judicial peruano ha cambiado; sin embargo, pese a que la justicia es distinta, no es mejor. ¿Por qué no es mejor?; existen diversos factores, para Pásara, al igual que para otros estudiosos de la materia, una de las principales razones de ello es la intolerante sensación de corrupción que percibimos todas las que tenemos que lidiar, de una manera u otra, con los órganos jurisdiccionales, y con acierto establece que “[n]o cabe duda de que la corrupción es el mayor obstáculo que se levanta contra la credibilidad de la justicia en el país”1] Por esto no es gratuita la reciente y grave recriminación del actual Ministro de Justicia, VÍCTOR GARCÍA TOMA, señalando que “hay un sistema judicial que aún se comporta como Ripley o como Saga, incluso hasta pueden haber ofertas de hasta ‘dos por uno’, porque lamentablemente hay operadores [abogados] que entienden la sentencia como parte de una transacción comercial y alguien que desde el aparato judicial accede a ello”, tras conocerse otro petroaudio que deja muy mal parado al Poder Judicial (Ideele Radio, 24/05/2010).

El conjunto de escándalos que se han producido en las últimas fechas en relación a magistradas corruptas y el espíritu de cuerpo que todavía se percibe en torno a éstas, o a la lentitud e impunidad que se observa en graves casos de corrupción que las instituciones judiciales tienen en sus manos, pero que hasta la fecha, ni por asomo dan visos de llegar a buen puerto, ocasionan que este conjunto de anuncios cansen y, tal vez siendo injustos, se vuelvan intrascendentes para nosotras, que de declaraciones tenemos bastante, pero muy pocos resultados.

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[1] Pásara, Luis, “Tres Claves de la Justicia en el Perú”, Lima, Fondo Editorial PUCP, 2010, p. 190.

FUENTE
http://www.justiciaviva.org.pe/notihome/notihome01.php?noti=295

sábado, 5 de junio de 2010

TRES CLAVES DE LA JUSTICIA EN EL PERÚ

TRES CLAVES DE LA JUSTICIA EN EL PERÚ
Por Aarón Verona Badajoz


Es el título de la reedición de los tres principales trabajos (reunidos en un solo volumen) del investigador y sociólogo jurídico LUIS PÁSARA, cuya presentación se llevó a cabo el miércoles 26 en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica. Además del doctor Pásara participaron como panelistas el doctor BALDO KRESALJA y el sociólogo JULIO COTLER.

Sin duda la reedición de estos trabajos es de suma importancia para el investigador jurídico preocupado de la indefectible relación del derecho con los hechos sociales, políticos y económicos, o simplemente para quien desee enterarse de, como señalara JULIO COTLER, los únicos estudios sobre los abogados y la profesión jurídica en el Perú. En efecto, PÁSARA tiene, con cierta tristeza declarada de su parte, el casi monopolio del estudio sociológico-jurídico de la justicia y los jueces, la enseñanza legal, y el ejercicio profesional del abogado, en el Perú. Su producción al respecto es de revisión obligatoria si se quiere tener un alcance más que normativo y jurídico de los problemas que surgen en la sociedad peruana a propósito de estos temas.

Justamente sobre estos tres puntos son los ensayos recopilados en este libro, y sobre cuya presentación se hará un breve comentario a continuación:

JUECES, JUSTICIA Y PODER EN EL PERÚ. Pásara mencionó que la justicia en el Perú es distinta que hace 28 años (desde la primera edición de este ensayo), pero no mejor. Como mencionara Baldo Kresalja el nivel de desconfianza social y debilidad institucional de la administración de justicia nos muestran un alejamiento de la población del sistema, niveles altos de corrupción y una constante en la relación entre la justicia y el poder, negativa por cierto. Cotler señalaba al respecto, que el sistema de justicia pertenece a un “viejo orden”, corrupto en general y que presenta serios obstáculos para el ejercicio real de la ciudadanía por parte de las personas.

LA ENSEÑANZA DEL DERECHO EN EL PERÚ: SU IMPACTO SOBRE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. Existe una crisis en las facultades de derecho. La oferta de “títulos” más que de contenidos (cada vez más prolífica), la falta de un control académico y la baja calidad de la enseñanza que vuelve autodidacta al estudiantado; dan como resultado un servicio al usuario (ciudadano) con un nivel igualmente bajo. Medidas como la certificación de las facultades de derecho, para mejor control de los contenidos y la calidad, se hace urgente sin duda.

LOS ABOGADOS DE LIMA EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. UNA APROXIMACIÓN PRELIMINAR. Como ya se mencionó, el servicio brindado por los abogados a los ciudadanos no es un bueno, al menos no en su mayoría. Existe una oferta de calidad aceptable, pero no es la que reciben las personas más desprotegidas (sea por temas económicos o sociales), sino que se concentra en quienes pueden pagar por ella. Este estudio tiene una íntima relación con el anterior, en tanto el efecto directo que produce la una en la otra, y que finalmente repercute en el problema institucional al que se refiere el primer ensayo.

Para terminar este breve acercamiento a la publicación, Pásara nos recuerda que la responsabilidad por las falencias del sistema de justicia es compartida con la población misma. Nos recuerda, con una invitación a la autocrítica (imprescindible a nivel de ciudadanía), que con los matices que la afirmación implica, “CADA PUEBLO TIENE LA JUSTICIA QUE SE MERECE”.

jueves, 3 de junio de 2010

EL PERU, REQUIERE MÁS ABOGADOS ? COMPETENTES O INCOMPETENTES ?

EL PERU, REQUIERE MÁS ABOGADOS ? COMPETENTES O INCOMPETENTES ?

¿NECESITAMOS ABOGADOS?
Acerca del Proyecto de Ley sobre la Clausura de las Facultades de Derecho
Por ???



El análisis del tema en discusión pasa por responder a estas preguntas básicas. ¿Realmente, necesitamos abogados en el Perú?, en el caso que los necesitáramos, ¿Qué clase de abogados serían los que necesitaríamos?, y finalmente, ¿Qué tendríamos que hacer para tener esa clase se abogados?

Desde una perspectiva excesivamente liberal, se podría afirmar que los abogados no son necesarios. En una sociedad absolutamente libre, donde casi no hay leyes, y las pocas leyes que hay, son sumamente simples y transparentes, y que además se encuentran perfectamente interiorizadas en la conciencia de cada uno de los individuos que conforman dicha sociedad, es evidente que no se necesitarían abogados o los que se necesitarían serían muy pocos. Pero el Perú de hoy, ¿es excesivamente liberal? La respuesta es negativa, en consecuencia podemos concluir que en el Perú los abogados son necesarios, toda vez que, en las diversas actividades de la vida diaria, personales y empresariales, públicas y privadas es inevitable lidiar con problemas cuya solución pasa por un manejo profesional de las leyes y los procedimientos que regulan dichos sucesos, y para ello nada mejor que recurrir al experto, al profesional de las leyes, esto es, al abogado.

Ahora bien, ¿qué clase de abogados son los que necesitamos?, la respuesta a esta pregunta pasa por establecer algún tipo de clasificación entre los abogados, de manera que podamos elegir de entre esas opciones; en ese sentido, tomando en consideración las ocupaciones en que se desempeñan los abogados podríamos afirmar que existen:

1) Abogados vinculados con el diseño de políticas públicas e instrumentos legales, en cuyo caso hablamos de consultores o asesores de organismos nacionales e internacionales, gubernamentales y no gubernamentales, y,
2) Abogados dedicados a la solución de conflictos legales. Ahora bien, dentro de este segundo grupo encontramos a:

2.1) Abogados Resolutores, esto es, abogados vinculados a las instituciones dedicadas a la Administración de Justicia, jueces, fiscales, notarios, funcionarios públicos, etc., y
2.2) Abogados Defensores o Patrocinadores, y dentro de este último grupo, considerando sus destrezas antes que sus especialidades, podemos clasificarlos entre
2.2.1) Abogados Litigantes, y,
2.2.2) Abogados Negociadores.

Resumiendo lo antes señalado, ¿qué clase de abogados necesitamos?, todos los antes descritos, porque las necesidades son diversas.

Pero entonces, ¿qué posibilidades hay para que nuestras universidades nos brinden todas esas clases de abogados? El modelo tradicional era que la universidad bajo una currícula uniforme formaba abogados en general que se pudieran desempeñar en cualquiera de las funciones y con todas las destrezas necesarias. Frente a ello han surgido las opciones de que algunas facultades opten por determinados perfiles y en consecuencia se especialicen en ese sentido. Pero también hay una posición intermedia que provee de una formación básica general y sobre ella ofrece una serie de cursos electivos en las diversas áreas, de manera que, cada uno de los alumnos luego de superar la etapa básica y general pueda elegir los cursos del área en el que desee profundizar y especializarse. Lo propio se podría hacer también con relación a las destrezas, a no ser que se considere que todas estas destrezas estén incluidas necesariamente dentro de la formación básica.

Ahora bien, pero ¿cómo conseguir que el sistema educativo nos proporcione esos resultados? Existen dos soluciones opuestas, 1) Apelamos a una regulación detallada y exhaustiva que establezca cómo hacerlo o 2) Desregulamos y liberalizamos para que el mercado se encargue de seleccionar lo deseado.

Pero sucede que una regulación que no ha considerado en la elaboración de sus disposiciones las particularidades del mercado existente, por definición, es una regulación deficiente, pues estaría elaborada sin tomar en cuenta la realidad que pretende regular; contrariamente, un mercado sin regulación, sería como un caballo desbocado, podría correr muy rápido, pero también podría desbarrancarse en cualquier momento, de manera que, aun los caballos requieren cuando menos de un par de estribos y sólidas riendas que permitan conducirlos con firmeza pero sin dañarlos ni ahorcarlos; de manera que, unas buenas riendas pulsadas con destreza aseguran una buena conducción.

Por lo demás, contra la común idea de que el mercado y la competencia siempre han de decantar a los mejores abogados, a los más preparados, a los que cumplen con los estándares de calidad y rendimiento; les puedo asegurar que el mercado, e inclusive las instituciones públicas reconocidas, también demandan abogados y demás profesionales, comprobadamente mediocres, pusilánimes y genuflexos, fáciles de atarantar y de asustar, para que así puedan firmar cualquier barbaridad que los corruptos manipuladores deseen, tales como balances y estados financieros fraudulentos, recursos impugnativos dilatorios y maliciosos, resoluciones inverosímiles e ilegales, etc.

Muchos demandantes de servicios legales no buscan al abogado que proponga y busque las mejores soluciones, las más justas y razonables, hay quienes pretenden ganar a toda costa, sin reparar en la legalidad de los medios, de manera que, buscan abogados a quienes puedan instrumentar con tales propósitos y ellos por definición no son los mejores.

En consecuencia, pretender que el mercado actuando por si solo nos proporcione los mejores abogados, es una quimera, sin que por ello nuestra propuesta signifique que neguemos o rechacemos el mercado. El mercado y la competencia son valiosos, de eso no hay ninguna duda, pero la competencia debe estar precedida de valores y de una motivación que señalen claramente el rumbo y la orienten hacia la mejora noble y positiva, ya que de lo contrario, la competencia también nos podría proporcionar delincuentes más sutiles e inubicables y precisamente por ello más perversos e indeseables.

Para terminar, regresemos sobre la pregunta inicial, ¿hay muchos abogados que hace necesario cerrar las facultades de derecho? No. El abogado es el operador del derecho que con su trabajo debe contribuir a la realización de la justicia, siendo la Ley el instrumento para ello. En el Perú hay tanta injusticia que no nos sobran abogados, por el contrario nos faltan abogados y muchos, pero abogados de los buenos, de los mejores, que sean capaces de decir que NO, cuando lo que se les proponga sea una ilegalidad. Se dice que en el país hay alrededor de 100 mil abogados y que esto excedería la demanda, sin embargo, a juzgar por los resultados, los verdaderos abogados son muchísimo menos que los que señala la cifra antes mencionada, de manera que, a delincuentes, aun cuando tengan su cartón y su CAL (“coleguitas”) no podemos seguir llamando abogados, hay que llamarlos por su nombre, corruptos, delincuentes. Lejos de pretender cerrar nuestras facultades de derecho, lo que debiéramos hacer es fortalecerlas para que tengamos más y mejores abogados tal como nuestra sociedad lo requiere.